viernes, 17 de octubre de 2014

Y Sorolla conquistó América...


“…And Sorolla’s eyes were opened to the revolution which was being effected in the history of modern painting”
“…Y los ojos de Sorolla se abrieron a la revolución que se estaba llevando a cabo en la historia de la pintura moderna”

Extracto de la introducción que redactó el escritor e hispanista galés Leonard Williams para el “Catálogo de Pinturas de Joaquín Sorolla y Bastida” del Art Institute of Chicago en 1911, bajo la dirección de la Hispanic Society of America. Después de haber contemplado en París y Berlín las obras de Bastien-Lepage y Von Menzel.


El conocimiento medio de una persona con nociones de Historia del Arte español nivel medio sobre Sorolla, se cimienta en “es el impresionista español, ¿no?” o “hay un museo en Madrid, ¿verdad?” o “ah, sí, los niños que juegan en la playa, ¡qué bonita estampa!”. Queramos o no, es así, y la Fundación Mapfre con la exposición “Sorolla y Estados Unidos” contribuye de manera excepcional a que el interesado y el aficionado a la Historia del Arte, cambie el concepto anquilosado que se tiene sobre el artista valenciano. No sólo fue pintor de élites, sino que su carrera abarcó muchos más campos y temáticas.





El pintor de la luz. Sí, pero también de las sombras. De las sombras históricas, pictóricas y psicológicas. Joaquín Sorrolla y Bastida comenzó su formación artística a muy temprana edad en su Valencia natal. Huérfano de ambos padres, será su tío el que le proporcionará los medios para poder dedicarse en cuerpo y alma a lo que fue siempre su vocación: la pintura. Pronto ingresó en la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos de Valencia y destacó por encima de sus compañeros en las materias de composición, disciplina y dibujo. Velázquez fue su gran “maestro” durante ese aprendizaje. 

Pero si algo se puede destacar de Joaquín Sorolla es que ya desde muy joven era una persona cosmopolita y con don de gentes. Comenzó viajando a Madrid a conocer a los grandes maestros de la Escuela Española de Pintura. Estuvo también becado en Italia durante cuatro años por la Diputación Valenciana gracias a sus extraordinarias dotes como dibujante. Sus viajes serán cada vez más frecuentes a partir de este momento, y sus ansias de conocimiento, una vez terminados los estudios, le llevaron a Europa, a visitar las exposiciones que se realizaban en París o Berlín. En una de ellas conoció al pintor Aureliano de Beruete, que llegó a ser gran amigo suyo, y cuya pintura le inspiró en muchas de sus primeras obras (más adelante, Sorolla le haría uno de sus mejores retratos, y tras su fallecimiento, organizaría en su palacete de Madrid, actual Museo Sorolla, su primera exposición antológica). También frecuentó a los pintores franceses Bastien-Lepage o Von Menzel. Fruto de estos contactos iniciales nacen sus primeros cuadros importantes, que tienen un denominador temático común, el compromiso social y un fuerte arraigo a su tierra. Y una nueva tendencia que estaba naciendo en España, la pintura moderna, el Impresionismo.

A partir de 1890 comienza a enseñar su obra en las más famosas exposiciones europeas. Lienzos como ¡Aún dicen que el pescado es caro! (en el Museo del Prado) -una de mis pinturas favoritas-, ¡Triste herencia!, El algarrobo y ¡¡Otra margarita!! viajaron por las principales capitales de Europa. Los ojos más exigentes del contexto artístico de la época -críticos, artistas, marchantes y curiosos aficionados- se posaron en sus maravillosas pinceladas. El éxito y la fama no tardarían en llegar. Tanto fue así que en 1893 ¡¡Otra margarita!! obtuvo la medalla de honor en la World's Columbian Exposition de Chicago. Sorolla comenzó a ponerse de moda. Y los mejores “dealers” norteamericanos compraban sus obras para decorar las casas y despachos de grandes magnates y familias burguesas de Nueva York, Saint Louis... Sorolla se convirtió en el nuevo conquistador de América.


Estas primeras representaciones reflejan la realidad cotidiana -en ocasiones devastadora- de los más marginados de la sociedad española a finales del siglo XIX. En ¡Triste herencia! se representa una escena que inyecta al espectador el mismo grado de ternura que de aflicción. Niños minusválidos, huérfanos, enfermos -muchos de ellos aquejados de polio, que causó estragos en esos años- se ayudan unos a otros, y son ayudados por un hermano de San Juan de Dios a bañarse en el mar. Velázquez está presente en la figura del religioso, y la pintura moderna en los contrastes lumínicos que se reflejan en los delgados cuerpecitos infantiles, así como en la paleta de color utilizada. Esta “masterpiece” ganó el Grand Prix de la Exposición Universal de París de 1900.


 
Buena parte del éxito que tuvo Joaquín Sorolla y Bastida en Estados Unidos fue debida a dos personas que le apoyaron y que le encargaron obras de especial relevancia. Fueron los mecenas Archer Milton Huntington y Thomas Fortune Ryan. Ellos le presentaron a personalidades, le hicieron conocer el modo de vida americano, y supieron admirar su trabajo, valía y producción. Creo firmemente que Sorolla tenía don de gentes. Gran parte de su notoriedad fue debida a ello. Se ajustaba a los gustos imperantes del período que se estaba viviendo -el realismo social del que he hablado en el párrafo anterior es un ejemplo-, el retrato burgués, la España más folclórica, la España menos folclórica y más desconocida... Y los diferentes lugares de su país de origen. La Andalucía sosegada y casi desconocida para el turista extranjero, con sus vistas de la Alhambra o el Generalife; el Biarritz más exclusivo; el Mediterráneo luminoso y veraniego... 

 
 
De este período -escasamente estudiado, por desgracia-, la exposición de Mapfre expone muchísimas piezas que hablan de los contactos que allí hizo. Retratos de nobles y de grandes personalidades norteamericanas. Como por ejemplo, el del Presidente de Estados Unidos, William Howard Taft. También el de Juliana Armour Ferguson, o el de Mrs. William H. Gratwick. Todos ellos tienen como denominador común que Sorolla ha sabido captar la profundidad psicológica de cada uno. La determinación en el ceño de uno, la incertidumbre en el gesto de la boca de la Señora Gratwick, el rictus de preocupación en los ojos de Ferguson... Con estas representaciones, se ganó al selecto público estadounidense, y le llovieron los clientes. Se adaptó a sus gustos, realizando un retrato refinado, con ecos románticos de Madrazo, y algo melancólicos como los de Singer Sargent. A partir de 1911, dejará fluir la pincelada y se mostrará más libertina, más expresiva y creativa.

Su relación con Huntington fue muy prolífica y fructífera. Gracias a él, vendió muchos cuadros en Estados Unidos. Tanto retratos, como paisajes o escenas cotidianas de una España desconocida, alejada del folclore y los tópicos -que por otra parte también gustaban- conocidos por los turistas extranjeros. El mar de Zarauz, que pintó en Bajo el toldo. Zarauz en 1910, y otras pinturas como El bote blanco. Jávea o Las dos hermanas, enamoraron al público al otro lado del charco. El luminismo del que hacía gala, su pincelada caprichosa y llena de color, la felicidad y la alegría que transmitían, hizo que su fama se extendiera y sus particulares “marinas” o escenas de playa se adquirieran a gran velocidad.





 
De la mano de Huntington vino también el encargo de la decoración de la biblioteca de la Hispanic Society of America en Nueva York. Debido a ello, dedicó diez largos años de su vida a la elaboración del proyecto, denominado también Visiones de España. Fue un trabajo arduo que le reportó notoriedad y fama. En la exposición se muestran los gouaches preparatorios que realizó Sorolla para este panel de alegorías. 



 


De sus temporadas en la Gran Manzana se expone producción de Sorolla prácticamente inédita en España. Las vistas de la ciudad que lleva a cabo se encuentran influenciadas claramente por la aparición de la fotografía y la incipiente publicidad. Y se proyecta en los enfoques contrapicados, novedosos en las composiciones del valenciano. También sobresalientes son los delicados retratos que dibuja en los reversos de los menús de las cafeterías y hoteles de las ciudades que visita (Hotel Savoy en Nueva York y The BlackStone en Chicago). Son representaciones de los clientes que allí se sentaban, gente de la alta sociedad norteamericana. Sus perfiles o bustos son trazados con lápiz y apenas abocetados. Preciados retales del lado más desconocido del pintor.

Amaba a su familia, y lo demostraba en sus retratos, consciente o inconscientemente.
 
Ya te he contado mi vida hoy, siempre digo lo mismo, pintar y amarte, eso es todo. ¿Te parece poco?”
Sorolla a Clotilde
 
Pintó a su esposa Clotilde en infinidad de ocasiones. Sus retratos inspiraron a otras damas, que le encargaron los suyos al “estilo Clotilde”. Clotilde sentada en un sofá o Clotilde con traje negro son dos exponentes de sus retratos familiares, junto con María en La Granja. En éste último el padre pinta a su hija María. Con ella vivió sus últimos años en Cercedilla (Madrid), y fue una de sus modelos favoritas, como apunta la comisaria de la exposición, Blanca Pons-Sorolla, supo “captar su carácter tranquilo e introvertido”. El cuadro fue adquirido por Huntington junto a Clotilde con traje blanco. Nunca se consideró a sí mismo un retratista, pero tuvo presente que hacer retratos le reportaba unos ingresos considerables. Y consiguió -solamente de Norteamérica- más de cincuenta encargos de retratos, sumados a todos los que pintó en España.





La Fundación Mapfre es, una vez más, pionera en muchos aspectos en el ámbito expositivo. Ha conseguido traer al público europeo obras que apenas habían sido expuestas en el país natal del pintor, y ha sacado a la luz una faceta poco estudiada de Sorolla: su trabajo en Estados Unidos. Después de visitar esta exposición, la mirada del espectador cambia. A mejor.



La exposición “Sorolla y Estados Unidos” se puede ver en la Fundación Mapfre de Madrid (sede Recoletos) desde el 26 de septiembre de 2014 hasta el 11 de enero de 2015. Ha sido organizada por el Meadows Museum, The San Diego Museum of Art y la Fundación Mapfre. Su comisaria, Blanca Pons-Sorolla, destaca que la contribución de The Hispanic Society of America ha sido crucial para su éxito y su puesta en funcionamiento, y que el proyecto se ha podido llevar a cabo gracias a la generosa donación realizada por The Meadows Foundation. Son 150 obras del valenciano apenas conocidas en Europa. La exposición cuenta con numerosos recuersos, audioguías en varios idiomas, audioguías para usuarios con discapacidad visual, y signoguías (que explican obras seleccionadas mediante la lengua de signos, y subtítulos). Además, se han puesto en marcha las visitas guiadas gratuitas, visitas para niños, escuelas, adolescentes y talleres didácticos. Cuenta también con una novedad, que es la visita “online” de la exposición, a través de internet y de forma gratuita sin salir de casa.





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